lunes, 13 de febrero de 2012

El escalofriante graznido de los sombríos cuervos y la sombra de un viejo roble, eran la única compañía viva que la chica tenía.  Entre sus rizados y oscuros cabellos, se colaba una fría brisa que dejaba el eco de voces que producían un efecto inmediato en ella. Esos ojos negros azabache convirtieron su visión en fragmentos borrosos. Sombras y relámpagos la sobresaltaban. Intentó levantarse, pero su propia mente le ordenó que no lo hiciera. ¿Qué podía hacer ya? Su cuerpo tenso, quiso encontrar un rayo de sol, tras aquellas barreras negras que impedían saber la hora en la que su corazón se paró por completo de una vez por todas.

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